Novela de César Sánchez Beras.
“La máxima obra propuesta al ser humano es la de forjarse un destino”Alejo Carpentier.
Emigrar a un falso paraíso...
Elizabeth Quezada[i]
“Al este de Haití”, es una novela de corte realista con pincelada surrealista por el uso de una simbología central en la estructura de la misma... Una trinidad: padre, hijo (espíritu santo) y nieto, perfilan un pasado, un presente y un futuro en todo este drama humano que se vive en plural (toda la nación); escrito por el laureado con el ‘Premio trayectoria Poética 2003’ en el Cambridge College, el destacado escritor y docente dominicano, César Sánchez Beras.
Esta novela de Sánchez Beras es valiente,
es compasiva, es altamente humana y vibrante... y no de sentimientos trillados
sino de ese drama que nos perturba al leer, que nos mueve las vísceras; que nos
golpea la cabeza (Kafka). Retrata de una
forma real pero esencialmente poética la
calidad del pueblo haitiano, sus penas y glorias. Cuenta de sus gustos, sus
miedos, sus tristezas y proezas, sus fábulas, sus esperanzas.
Esa
trilogía de personajes estelares donde es principal el hijo, Claude, abre ese compás
de espera pero de movimiento, de huida, de escape, de metamorfosis a ese saber
estar en la destrucción lenta y eficiente de un país que no tiene nada que
esperar, personificado por el padre que representa el pasado; quien vive con la
ilusión de lo vivido, rememorando sus héroes independentistas o cantando el
himno que los representa y creando fábulas con la ilusión del viaje. Nos pasea
por un Haití del pasado lleno de batallas ganadas y de orgullo patrio hasta
llegar a un Haití extenuado por sus propios gobernantes y es cuando Claude con
un dejo de dolor, exclama:
“¿¡Por
qué duele tanto dejar a este pueblo que agoniza!?”pp.71
Toda persona que lea esta novela puede
entender de lo que se trata cuando se pierden las esperanzas por un futuro
próspero; pero se pierden las esperanzas de ver a un hijo que se ha ido en pos
de mejores oportunidades de vida, y de trabajo, tema bastante recurrente en
nuestra gente latina que emigra hasta los Estados Unidos o debemos decir a ‘Nueva
Yol’ (Luisito Martí); a España, y otros puertos y aeropuertos del mundo...
En todo caso, la novela toca el
rompimiento de la célula familiar que es el drama mayor por el que pasan los
que viajan. Rompe ese cordón umbilical de padres, madres, e hijos... y luego
entonces existe ese desarraigo que deviene de arrancar las raíces; matar ese
amor por la tierra que nos ve nacer... es vivir con el eterno fantasma de la
nostalgia por nuestra tierra. Como si todo esto fuera poco, también el nieto
(Christopher) se va en busca de su padre a quien no recuerda porque cuando
partió apenas tenía un año. Quedando el
viejo (Jean) solo, olvidado como el pueblo... sumido en un pasado que no existe más.
Es la realidad que golpea a esa parte del
oeste de nuestra isla dominicana... donde todos quieren venir a un futuro que
ven luminoso en esta, nuestra tierra, donde todavía hay vegetación, hay frutas
y vegetales, donde se cultivan toda suerte de tubérculos y cereales... donde
sobran muchas cosas que allá no se dan porque la tierra es seca, infértil, o
simplemente los gobernantes se hacen de la vista gorda en un estado malogrado
al que persisten en destruir.
Cierto que República
Dominicana no es un paraíso; no obstante estamos a años luz por encima de lo
que Haití representa o brinda a sus
nacionales, y cito:
“(...) De
Haití queda poco. Esta nación de tambores y arcoíris ha
sucumbido bajo el abandono, la aridez de la tierra, sin agua y sin árboles...”pp.56
Del autor ya me había fascinado su poética
y sus cuentos... su cualidad dramática en las narraciones de sus relatos
infantiles; pero más que todo, la facilidad y experiencia en su didáctica en
esas narraciones y poemas para los chiquitines y para los
grandes. No hay dudas del talento increíble de su literatura; de ese carisma nato asociado,
obvio, a sus estudios e investigaciones como docente, que imagino le sirven de podio
a la hora de perfeccionar su técnica de escritura siempre fresca y novedosa.
Pero
esta novela, narrada exquisitamente en un lenguaje que me parece alegórico, orgánico,
y conmovedor en la estructura narrativa de cada párrafo; que incluso puede ser llevada al cine con
mucho éxito porque dibuja a la perfección las peripecias de nuestros vecinos. Retrata, insisto, la cruda realidad desde una
perspectiva poética, con simbólicas figuras retóricas. Con descripciones metamorfoseadas
cual pinceladas de un cuadro a veces nostálgico... otras veces lleno de orgullo
por su tierra; ponderando sus himnos, sus batallas, sus derrotas, sus héroes,
su comida, sus bailes, en fin... su sincretismo religioso, como por ejemplo sus
ritos de vudú en Gonaives, sus dioses, pero lo verdaderamente importante es el
amor que le tienen a su tierra quebrada:
La historia se desarrolla en un pueblo
costero de Haití llamado Miragoane y es contada desde la perspectiva de, primero
una voz omnisciente (el dios escritor) que se dispersa entre Claude, Jean y
Christopher Morisseau. Explica, Claude, el devenir socio-económico de su país. Jean (abuelo)
permanece anclado en el pasado y persiste en la miseria que se vive en el
pequeño pueblo pero en toda la nación haitiana. Claude (el hijo) se va tras la
enamorada (la dominicana); pero junto a
ella lucha por la forma de vida de sus iguales (los braceros) en nuestro país...
Nueva vez vemos la simbología de la
mujer como la que representa ‘el pueblo’... y es importante notar que no es
haitiana sino dominicana. Como si no hubieses pueblo para luchar por las reivindicaciones
propias del país vecino.
Christopher (el
nieto) que representa el futuro, insiste en la idea de ir tras su padre, en
volverlo a ver pues no lo recuerda... en rescatar el afecto. Era muy chiquito
cuando se fue Claude, su padre. Los tres personajes tienen un clara nexo simbólico
en toda la historia.
El abuelo representa el pasado, como les había
adelantado antes, anclado en su pueblo costero con la esperanza de brindar una
mejor vida a su nieto desde ese pueblo exiguo, maltratado por el hambre, la
miseria. El que yace abandonado por su
hijo que operando como guía de visitantes un día conoce a una dominicana que
lucha por los derechos de los braseros ‘Al Este de Haití’, o sea, aquí en Dominicana...ganando a su vez muchos enemigos e impidiendo que
pudiese retornar a su país.
No obstante
constatan que no es tal el paraíso, más bien es otro infierno donde hay algo de alimentos, sí; hay trabajos para
ellos, quizás; pero no para los ínfimos salarios que devengan que apenas
alcanzan para subsistir. Claude significa el progreso, la mudanza, la
partida... el deseo de cambios para él y los suyos. Por eso su deseo de ser
poeta...de ser mejor. Su deseo de
adquirir conocimientos, de trascendencia.
Y Christopher, como
su padre, huye del estado de cosas de su destartalado pueblo, simbólicamente
representa el futuro... un futuro que deja a esa sociedad inexistente sola, sin
hombres y mujeres que luchen por ella. Un espejo tétrico pero paradigmático para
que no se siga, de este lado, con la destrucción de los recursos naturales en
aras de fortunas personales.
La dominicana Mercedes es el ancla de
Claude, es el modo de quedarse en mejores puestos de trabajo pero de adquirir
cierta cultura. Ella tiene que irse de dominicana porque está siendo atacada
por su lucha contra los intereses de los poderosos, por ‘el sistema’ que
permite las actividades opresoras.
El diario es el
hilo conductor de toda la historia y hace que Christopher (de 10
años) abandone Haití en la parte trasera de una camioneta Ford y cruce la
frontera para buscar a su padre en Barahona, sólo con un trozo de dirección. Lo busca
afanosamente hasta que finalmente da con él... y la magia del amor se pone de
manifiesto. Tanto de Mercedes por Claude como el amor del hijo a su padre. Y la patria que ellos representan se evapora,
se queda arruinada como el pueblo.
“Al este de Haití” es una historia
humana, trágica, vibrante. Llena de matices y sentimientos encontrados. Contar las
peripecias que se viven en un país que se descalabra lentamente y donde sus
ciudadanos no pueden encontrar comida ni trabajos, ni forma de vida es terrible. Deben
emigrar al país vecino y hacer todo lo que aparezca. Los trabajos que no hace
nadie ellos lo hacen a un precio mínimo. Son explotados igual que son
explotados los latinos y entre ellos los dominicanos ilegales que llegan a los
Estados Unidos, igual que los marroquíes que cruzan a España. O los africanos
que van a Francia...etc. Cuando
compruebo estas actitudes creo que F. Nietzsche fue el gran profeta profano,
sin lugar a dudas, de estos tiempos posmodernos donde al hombre y mujer de hoy
no le importa lo humano ni lo divino, si no la simple banalidad del placer efímero.
La carnavalización de los sentimientos. Lo material.
Pero un escritor de moralejas hace que persista
el amor y la justicia social.. Christopher contra viento y marea, se da a la
tarea de ir a por su padre Claude y lo encuentra en Barahona... y el amor y la
unión, triunfa.
La
tragedia sociopolítica de la mediaisla de Haití es por todos harto conocida...
nos duele y nos pega de cerca ya por las condiciones geopolíticas, ya por la
memoria histórica no tan agradable para nuestros pueblos que todos guardamos y
que crea ciertas ronchas; pero más que todo por la indolencia de los
gobernantes de ambos lados y la fuerte injerencia gratuita de la comunidad
extranjera incluso la europea en los
asuntos patrios. Todos quieren tirarnos el balón a nuestra cancha... es un
drama que se debe resolver en su suelo, pienso. Debo aclarar que no soy ni pro-haitianos ni
contra-haitianos...soy dominicana. Una dominicana que cree en la legalidad; en
la solidaridad; una dominicana que siente que los seres humanos, de todos los
rincones del mundo deben y tienen que buscar su comida (su destino) y su bienestar sea donde
fuere... sin violentar, claro a los países donde los acogen.
Pienso
que lo que está pasando en República Dominicana con la comunidad que cruza
desde Haití a comprar y vender productos o a trabajar la construcción, la
tierra, es manipulación de la economía y corrupción estandarizada.
Y, por supuesto, la explotación de la mano de obra haitiana por los poderosos,
desde los tiempos de los grandes ingenios. Y es cierto que hay muchos,
demasiados haitianos... en el territorio nacional; pero es un negocio cuya
operación viene de las altas jerarquías.
Es penoso que existan una suerte de personajes fronterizos que esperan que vendan y ahorren y quieran llevar sus ganancias a sus hijos y familiares para arrestarlos o robarles el dinero que con ‘sangre sudor y fatiga’ se han ganado. Esto me lo cuenta una marchante de frutas. Es injusto. Es injusto que a una marchante de frutas y vegetales la acosen cada dos meses para quitarle todo el dinerito ahorrado. ¿Hasta dónde va a llegar la ambición humana?
Es penoso que existan una suerte de personajes fronterizos que esperan que vendan y ahorren y quieran llevar sus ganancias a sus hijos y familiares para arrestarlos o robarles el dinero que con ‘sangre sudor y fatiga’ se han ganado. Esto me lo cuenta una marchante de frutas. Es injusto. Es injusto que a una marchante de frutas y vegetales la acosen cada dos meses para quitarle todo el dinerito ahorrado. ¿Hasta dónde va a llegar la ambición humana?
Dos cosas importante: no somos racistas ni rechazamos a los haitianos
aquí, todo lo contrario. Esto no quiere decir que en el mundo no exista la
gente opresora y discriminadora no solo de haitianos sino de latinos, de judíos,
de mujeres, de clases sociales, etc.
Finalmente,
“Al este de Haití”, es una novela que cuenta la verdad... la
verdad que viven los haitianos. La verdad que se vive aquí. Lamentablemente
ellos nos ven como un paraíso soñado; y cuando despiertan, más temprano que
tarde, confirman que el ‘este’ es un infierno... no tan violento y siniestro
como el vuestro, donde el sincretismo y la magia negra pone a vegetar a
cualquiera como zombi, según cuenta el abuelo; pero igual es un infierno que
quema. Es un placer leer a escritores tan compasivos y excelentes como César
Sánchez Beras, que ya en verso, en cuentos o novela, encanta y nos deja
lecciones de vida en sus moralejas. Lo recomiendo.
eq.
24-09-2018/RD.
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