La trascendencia del amor.


“Todo conspira contra la perduración sin descanso de la llama imposible” Vicente Aleixandre.

 

 

Leí en una entrevista a Jacques Miller, el principal seguidor de Lacan y su pariente, cuando le preguntaban: ¿qué es verdaderamente amar? Él contestaba:

“Amar verdaderamente a alguien es creer que, amándolo se accederá a una verdad sobre uno mismo. Amamos a aquel o aquella que esconde la respuesta, o una respuesta a nuestra pregunta: ¿Quién soy yo?”... yo estoy absolutamente de acuerdo. Nadie que no te conoce, te puede amar.

En todo el abordaje a la estrada de nuestra vida, existen miedos, trabas, culpas que nos vamos endosando con cierta gratuidad. Y lo primero que debemos hacer para amar es deshacernos de todas esas cargas, esos miedos, esas trabas y darnos permiso para sentir, para amar, para ser feliz que es el fin anhelado por todos.

Sentir que nos merecemos el amor porque, aunque algunos no lo crean, concurren miles de personas que no se sienten merecedoras del amor... nunca han sido amados en verdad.

Estos conceptos los define muy claro Lacan cuando dice que: “El Deseo es siempre deseo de reconocimiento del Otro.” Hoy se sostiene paradigmáticamente y sin lugar a dudas que el “Deseo es el deseo del Otro”…

Por otro lado, Colette Soler, nos dice en uno de sus libros que: “El amor implica una reciprocidad imaginaria, ya que “amar es, básicamente, desear ser amado” y remarca todas las situaciones engañosas que conlleva este fenómeno de naturaleza imaginaria, “como espejismo especular, el amor es esencialmente engaño” porque en definitiva “amar es dar lo que uno no tiene.”  Esta posición es un tanto cuestionable y abre muchos debates.

Los afectos, las emociones, el miedo, en fin: los sentimientos, son aprendidos y madurados desde las sensaciones que nos enseñan, que nos brindan nuestras madres; y en un universo familiar perfecto, nuestros padres, que los hay.

No es que un padre no pueda transmitir  el amor y la sensibilidad desde la perspectiva humana; pero esos afectos y vulnerabilidad son propios de la mujer desde su condición bio-química, hormonal, y sociocultural.

La figura femenina es la llamada a brindar esos mimos y arrullo que necesita un niño cuando llora, cuando siente frío o hambre, cuando tiene el pañal mojado, cuando necesita volver a sentir la calidez de la cuna interior que lo cobijó por nueve meses. Cuando se es deseado, razonablemente. De allí la importancia de la figura materna.

Se trata de dar nuestra esencia, nuestras capacidades maternales natas y o potenciales.

Al hombre se lo enseña a bloquear los sentimientos; por tanto, la generalidad son fríos, reservados, analíticos; o esconden sus cuestiones sentimentales, sus miedos, para no ser catalogados de débiles. No digo que no son capaces que sí lo son. Solo que se estigmatiza al hombre y se lo enseña a ocultar los sentimientos.

Esto no retrata en nada al modelo de nuevo hombre ultramoderno. Aquel que educa, que llora, que no oculta sus estados emotivos. Aquel que sabe que tiene debilidades y fortalezas como la mujer. Que no es macho... es hombre.

El amor de madre es la modalidad de “amor” más genuina como decía Aristóteles: “amar es querer el bien del otro”  (Ret.138ob).

Y es que, como reflexiona José Antonio Marina en su valiosísimo ensayo “El laberinto sentimental” donde clasifica o define el amor por ciertos criterios como: “la intensidad del sentimiento o la pasión, el dolor por la ausencia, la alegría por la presencia”; aunque todos estos muestran como importante el sujeto que ama, no el objeto o sujeto que se ama. Siempre he sabido que lo importante es dar amor no recibir.

Y sucede que, este -dar amor- funciona como un imán invisible para recibirlo a cambio.

En el amor de madre lo importante es –a quien se ama- Todos los esfuerzos van dirigidos al otro, al hijo-a en este caso. Por eso cuando alguien crece sin el valor de este amor maternal es un ser con capacidades afectivas muy limitadas... como si fuera una enfermedad. Esta enfermedad es de los sentimientos, sostiene Marina en su valioso texto.

Y es fácil entender como lo plantea Marina y cito: ‘amar es desear que algo o alguien exista.’ La patria, el otro, un hijo-a. Una o uno mismo.

Odiar es no querer existir. Por eso es un lugar común escuchar decir que, -quien no se ama no puede amar a nadie.-”

De allí vienen los intentos de suicidio de gente que no se ama o que no tuvo o no tiene una madre que lo ame. El que no sabe amar, no se ama a sí mismo y viceversa. Es un ser lleno de fantasmas y de donde emerge el monstruo de la violencia femenina y masculina. El que odia, se auto-destruye. Y devasta todo en su entorno. Por supuesto que otros aspectos como las enfermedades mentales, la depresión, son causas que provocan estos desenlaces. 

Cuando hablamos de amor de madre no queremos decir ausencia. La peor experiencia es la que te obliga a subsistir con el desamor día a día; ese que te hace internarte en los ojos perdidos de una madre ausente quizá enferma o malquerida.

El terrorista, el antisocial es una persona que no se ama, y no ama a la gente, ni a su patria, ni al mundo, ni a nadie. Todo comienza, entonces con “autoestima.” Y esa es  construida y fortalecida desde el amor maternal. Vale decir desde la gestación y la niñez. De hecho los siete primeros años de un niño son vitales para construirla.  

Marina, en su ‘Laberinto Sentimental’ cita bastante a Jean Paul Sartre, incluso dice que su libro es casi una biografía de su pensamiento; y yo, parafraseándolo diré que este texto es una apología del pensamiento filosófico del padre del existencialismo, Sartre, y del destacado escritor español, José Antonio Marina.

Marina dice: “Conociendo que la más alta valoración del amor es brindar felicidad al sujeto amado nos internaremos en otra cualidad que debe tener el amor: amar es querer ser amado”…parece egoísta pero lógico. Y dice: “El sentimiento se introduce en un juego interminable de espejos paralelos que Sartre considera como -Prueba de imposibilidad-; pero también puede catalogarse como -Prueba de Perduración-”

Y estos conceptos tienen una fuerte incidencia en mi pensamiento analítico pero en mi historia personal; y es el punto neurálgico de mi exposición al respecto del amor: su imposibilidad:

“Todo conspira contra la perduración sin descanso de la llama imposible”… La historia está plagada de amores imposibles: Amores que matan y dan vida.  

 


 




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