Utópia estoica.


Por Eli Quezada.

“Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta. (…)”
(Santa Teresa de Jesús)

Existen dos tipos de personas: las que viven ilusionadas con algún sueño en carpeta y miles de ideas que aterrizar, a la espera de que la magia haga su parte; o que Dios todopoderoso permita que la naturaleza conspire y se puedan dar los elementos del estar -a la hora exacta-, -en el lugar adecuado-, para lograr lo anhelado; y las que viven estoicamente resignadas, acomodadas en su zona de confort con la firme convicción de que no son merecedores de ‘eso’ que tanto han soñado realizar y obtener, etc.
Aclaro que, negativo no es el que niega o sabe bien utilizar la palabra NO. Me explico: cuando decimos -no- estamos siendo sinceros. No dejamos espacio a malos entendidos. No ponemos al otro-a  a esperar por algo- no creamos el falso compás de espera; que hace que la persona que espera cree en su mente, falsas expectativas.

Créanme, hay muchas formas de ser mezquino. Y una de ellas es envolver  un –si- falso que tarde o temprano se convertirá en un –no-. Pero no es a este punto que me refiero cuando hablo de personas negativas. 

Las positivas son gente de fe; de confianza en Dios, y en sí mismas. Son personas que saben visualizar un futuro y lo viven, tarde o temprano. Son gente que trabajan en lo que quieren, no importa que el resultado tarde, pero siempre llega. Son gente que creen  y crean la magia de la bondad, de la generosidad, del misterio de la vida misma. No hay valor más importante que la esperanza; incluso, la palabra sagrada lo dice. El amor, la esperanza y la fe es lo que nos permitirá asistir al milagro de ver nuestros deseos hechos realidad.

El conformista es pusilánime, falto de fe; es un ser cansado cuya misión de  vivir en amor y esperanza la tira por el excusado. No es que sea una persona vacía sino que ha permitido que sus proyectos y sus sueños se suspendan o se entierren en un marasmo infértil… Ha permitido que su dignidad se requiebre. No se ha levantado de la caída. La vida lo noqueó en un primer o segundo round. 


No debemos olvidar que  nuestro peor enemigo reside en nuestro interior. Ese que nos limita. Nos hace creer que somos débiles, deficientes, incapaces, inseguros, etc. Cuando no, todo lo contrario.
Un discurso religioso diría que el diablo nos miente por un lado y Dios nos aconseja del otro lado. Mientras que el discurso socio- psicológico nos hablaría de la confianza que nos legaron en nuestro hogar, en nuestra educación y en nuestro ambiente.

No debemos cobijarnos, ya de adultos, en las taras ni traumas que heredamos y que se enquistan en nuestras neuronas sino que debemos trascenderlas. Si fuimos abandonados de niños, si no tuvimos una infancia feliz, si fuimos maltratados o abusados, si fuimos engañados, etc. Debemos de reaprender y para esto hay tantos mecanismos.  Debemos de reprogramarnos, como se programa cualquier máquina. Y lo primero que debemos de saber es que a pesar de que somos máquinas deseantes, no debemos sucumbir a todos los deseos que nos apartan de una tranquilidad racional; y en esto pienso como los estoicos.


Para vivir nuestra historia hay que salir de esos espacios que nos llenan de miedo, de excusas, de un odio envuelto en facturas pasadas; pero lo más importante es perdonarnos a nosotros mismos por los errores o decisiones fallidas; perdonar a los que nos maltrataron; y  saltar la página.
Tomar de lo malo, lo bueno, porque todo obra para bien. Todo nos alecciona y nos hace mejores personas. Si nos  preguntarnos  -para qué me pasa a mí-  contrario a: -por qué?   Este ejercicio nos permitirá reconocer nuestra misión en esta vida.

Algo importante a recordar es que: servir no nos define. Ser  pobre o rico, blanco o negro, empresario u obrero, ama de casa o arquitecta, profesor o ingeniero, presidente o mendigo… Lo que nos define es nuestra dignidad, nuestra capacidad de levantarnos de las caídas. Es nuestra actitud de enfrentar con fe, esperanza y amor nuestro camino por esta vida.

Levantemos la cabeza… Cerremos la puerta al miedo. El miedo nos hace ser serviles. El miedo nos ata, limita nuestras libertades… y un esclavo mientras lo crea no lucha por sus ideales.

El rico no es dueño de nada; solo de su dinero, circunstancialmente, porque ‘nada es eterno’. “Todo pasa, todo se acaba.”

(A pesar de tanto dolor, de tantas guerras, de tantas injusticias, de tanto horror y desigualdad en este mundo sería bueno pensar que el mal no reinaría si la actitud del ser humano se encauzara por otros derroteros de solidaridad y amor; aunque, obviamente, nos golpee una realidad de gente que convoca a la autoinvalidación.)



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