"Todo ser se da
en el recinto del lenguaje." Rilke.
*Yemayá, diosa del mar.
¿Por qué no logro desatar los
nudos que me atan a la tristeza?, a sus nostalgias, sus pérdidas, sus cuitas. Y
lucho. He luchado por apartarla de mí. Dejarla varada en algún camino
inhóspito… llevarla por los pelos, con los ojos cerrados y arrojarla a un
precipicio y verla morir.
Ella, la tristeza, ¡que se muera!,
como se mueren las utopias, la gente útil, las ideologias: mis esperanzas, mis amores, y con ellos, poco a poco, mi
vida.
¡O llevarla al mar y arrojarla a
los tiburones! Que se la traguen entera. ¡Sí, eso haré!, y de paso me lanzaré con ella, de espaldas,
pidiendo a Yemayá* -que me quite lo malo.
Y todo por el amor… esa chispa,
vela, llama que se enciende o se apaga sola. Muy temprano descubrí que lloraría
por todos los amores. Mis grandes amores
fueron imposibles…'
No voy a negar que entre lágrimas y lágrimas, existió
la felicidad. No puedo negar que, muchas
veces, al menor descuido de la tristeza,
escapo de su asedio y estallo en carcajadas como cualquier adolescente pava… y
es cuando me rio de todo y de nada, en especial de mi misma.
Se puede ser feliz con tan
poco…en especial con esa sensación de plenitud que nos hace asaltar el paraíso cuando amamos y somos bien amados.
Y sí, pienso que mi lección será
lograr trascender a esa tristeza o, al menos, lograr sacar de ella la mejor
metáfora de vida.
Su persistencia agridulce emborracha mi piel de nostalgias suicidas. Y es que en la tristeza me crezco, me hago, me construyo, me desdibujo, me muero y vuelvo en mí… soy mejor persona gracias a ella.
Su persistencia agridulce emborracha mi piel de nostalgias suicidas. Y es que en la tristeza me crezco, me hago, me construyo, me desdibujo, me muero y vuelvo en mí… soy mejor persona gracias a ella.
Es mi mejor amiga… mi divina
tristeza.
Elizabeth Quezada.
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