Roberto Marcallé Abreu y su reciente obra “La manipulación de los espejos” 1ra. Parte.

“No soy lo bastante joven para saberlo todo”
James Barry (Peter Pan)

 Por Elizabeth Quezada, 2012.

 Albert Einstein dijo: “Lo más hermoso que podemos experimentar es el misterio…” Aunque esta frase trasciende y va más allá de esta primera parte que yo tomo para hablar sobre la capacidad de sorprendernos con algo, con alguien y tiende a convertirnos en -un antes y un después- a partir de ese conocimiento o de ese descubrimiento.

La ponderación de este escritor se me sale de las manos en este momento, pues es para mí como expresar el placer de encontrar un diamante inmenso escondido en el fondo del mar. Lo que no está a tu vista es como si no existiera para ti. He leído sobre muchos otros que se dan cierta publicidad o tienen cierto manejo mediático que hace que sean figuras reconocidas por lo menos que sus nombres suenen. Y no es que sea un autor desconocido, todo lo contrario. Roberto Marcallé Abreu es uno de los narradores, novelistas más completos, sino el que más, que tiene la nación dominicana; además que ha obtenido dos premios nacionales de novela (1979-1999). Lo descubro como cuentista cuando leí su fantástico e inolvidable (Tercer y último encuentro con el hombre del sombrero gris) en la antología País inverosímil que me proporcionara, mi amigo y poeta, René Rodríguez Soriano en New York en una actividad literaria. Esta antología contiene una veintena de historias de la narrativa dominicana que nos cuentan el transcurrir de la literatura y de nuestra sociedad que incluyen, incluso, a los inolvidables íconos de la narrativa dominicana Tomás Hernández Franco, Juan Bosch y mi santiaguero y referente obligado Virgilio Díaz Grullón: ¡cómo olvidar Los algarrobos también sueñan!, de su autoría. A Roberto Marcallé-Abreu lo comienzo a conocer en la mirada de una mujer exquisita-maravillosa, que sabe reconocer en el arte y la literatura, su pasión: la de otros y la suya propia, Pilar Pujols Penn, su fans número uno, como se autodefine,  quien me hace llegar la novela con mi hermano de esta revista, Carlos Martínez. Y además desde las miradas que sus demás amigos y co-referentes contemporáneos como es el caso de intelectuales de la talla de Giovanni Di Pietro (quien prologa y casi descubre al escritor antes de abordar el monumento de historia que forma parte de una trilogía de novelas). Justamente me preguntaba sobre la producción de la novela dominicana, sus pasos, su desarrollo más allá de los interesantísimos libros de un don Salvador Gautier, Marcio Veloz Maggiolo, Pedro Antonio Valdés, René Rodríguez Soriano y los mismos nombres que ya todos conocemos y que han hecho historia en el mundo de la novela. Pero más allá de girar sobre el tema Trujillo. Aunque entiendo que casi todos novelamos sobre el tiempo en que vivimos. La novela es el retrato de la sociedad…es una construcción de época, con sus costumbres, su música, sus miserias. Lo que quiero decretar en este texto es la importancia de leer toda la obra de Marcallé –segmentada en partes que la hacen sumamente sugerentes e imperativamente necesarias-; pero primero conocer la trayectoria de este gigante escritor. Gigante por la denominación que hace J.J. Millás sobre los autores por el tamaño-intensidad y profundidad de sus libros… según él estos pueden ser insectos o mamíferos. Por ejemplo Kafka con su metamorfosis es un escarabajo… es intenso, excelente, y pequeño. Sin embargo, Tolstoi es un elefante en unos y escarabajo en otros como “La muerte de Ivan Ilich”. Entonces, no hay dudas, Roberto Marcallé se convierte en todo un mamífero inmenso con la calidad y estructuración de su obra “La manipulación de los espejos”. Leerlo supone una atención aguda; un recordar el peso de las historias de “Cien años de soledad” o un “Don Quijote” cabalgando sus sueños…estando inmersa en sus hojas llenas de un urbanismo peculiar de las buenas obras novelísticas sigo disfrutando y volviendo a retomar, releyendo para entregarles un análisis acabado de lo que, estoy segura será, una visión no manipulada de la realidad.
© Elizabeth Quezada, 2012.

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