Can't take my eyes off you

Y sin ser lineal, nunca lo he sido, más bien viajo en círculos como el vicio mefítico de rodar cual rueda sin plaza ni puerto seguro. Y me estanco en aquel espacio, aquellos años dorados cuando me convertí en la mujer-maniquí casi diosa de barro de un parisino exportador de amores y frutas: vegetales congelados también. Tengo la descarada manía de escuchar música que me lleve al momento que platico. Esa música catalizadora que fermenta como la levadura que me vulnera y me transparenta cual si fuera un espejo justo a estallar en cualquier instante. La música me hace reparar en el momento correcto y desdibujarlo en palabras casi exactas: la realidad y la utopía se bordean como la arena y el mar.
Escucho “mi historia entre tus dedos” en la voz de Eros Ramazzotti, y tiene tanto sentido sentir que en el amor nos entregamos ciegos a sabiendas que podemos amanecer en un barranco, desnudos vueltos lobos, lobas, sin piel, o con la boca cubierta de sangre. Nos matan o matamos. Depende de qué lado se enfoque.

Y conocí, gracias a sus negocios, la extensa variedad de frutos que en mi país se lo comen los puercos, los cerdos, sin ser perlas; y cómo se repite la historia de que los conquistadores nos roban el oro de la tierra que nuestra ignorancia no descubre. Y tengo que admitir que me enseñó tantas cosas que sólo en su ausencia ventilo.

Itinerante vago sólo con él en mi cabeza y esos olores de salmón ahumado dejándose bañar por un rico hilo de mantequilla sobre la verde clorofila de las espinaca al vapor, ligeramente blanqueadas. Y le ponía ajo, mucho ajo: ajo que se sienta profundo tocar el cielo de los paladares ingenuos, neófitos, como el mío, en ese momento. Ajo que espante los demonios del cuerpo tercermundista: con tantos tabúes y traumas, decía él. Ajo que nos sacuda el deseo incrustado en los huesos ya salados del sudor.

Y entre lascas de salmón embarrado de mantequilla que deteníamos a besos y roquefort, copas de un selecto vino blanco. Y por último, la sal y la pimienta que expelen nuestros cuerpos que se amaban bajo el calor caribeño junto a la mar embravecida del norte, mi región, en algunos casos; o en la quietud de nuestra íntima alberca en una zona exclusiva del 'Este' de la ciudad, donde las palmas y los grandes follajes del jardín privado nos escondían ex profeso, del bullicio del diario –sobrevivir, allá afuera-, a doscientos metros de la realidad idílica de esos años ámbar; viviendo en el paraíso para pasar luego de los siete años, como pacto sacro, al infierno del divorcio. Y si por él tuve que pensar y hablar en francés con un ambiente en español que me condenaba en lo expreso, ahora tengo que preferir el inglés para arrancarlo de mi piel, de mi lengua, de mis memorias.
¡Es que no puedo, no puedo sacarlo de mi mirada interior! Can't take my eyes off you. Me hizo reina para luego ser esclava, presa de un sentimiento dividido, compartido. Es muy duro para un ser humano ver en los ojos del amado el retrato de la otra u otro. No lo puedo decir como Aleixandre, pero lo viví con él. Viví la agonía de verlo alejarse cada vez que sus ojos se perdían en las nubes y en la indiferencia.

Aun hoy lo veo en todas partes. Eres como un fragmento de mi todo, de mi historia, de mí antes y después. Vous ne pouvez pas détacher mes yeux de vous... ¿Debo arrancarme la mirada para no verte? Debo romper la piedra de mi corazón que como ámbar guarda trozos de insectos, fósiles inservibles que una vez fueron y ya no son. Pude seguir con él, porque me amaba; pero no quise, no me conformo con sólo amor; y la pasión la mudó a otros brazos. Luego de esto yo no busqué la pasión; pero ella me encontró trabajando en Park Avenue.

La encontré teñida de óleos y lienzos y un pelo rasta. Vestida de piel morena, piel caribe, la pasión se arrojo a mis brazos. Todo sucedió luego de una primera mirada. Esa pasión duró tres años. Él era un imponente artista, restaurador de arte. Un hombre educado que lo tenía todo: inteligencia y sensibilidad, carisma y, todo ese paquete no podía estar solo. (cont.)
Derechos reservados Elizabeth Quezada Tout ou rien (Los años ámbar) 2012.

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