De tientos y trotes, de ensayos, René Rodríguez Soriano y el placer de leer.

“Me intereso en el lenguaje porque me hiere o me seduce.” Roland Barthes, en el placer del texto.
By Elizabeth Quezada

Si bien es cierto que nos deslumbramos cuando vírgenes y púberes de un mundo vetusto, comenzamos a develar las letras de los grandes clásicos en los libros que aún conservan esa inigualable sabiduría de los textos antiguos. Y que siguen siendo nuestros referentes tácitos, pues algún día soñamos escribir los versos como Neruda, o escribir la gran novela emblemática “Los hermanos Karamazov” como escribiera Fedor Dostoiesky. O que nuestros cuentos tengan la tensión que imprime un Edgar Allan Poe o un Agatha Christie.

Y crecimos y nos seguimos embriagando de ese aroma que a los lectores nos embruja. Y nos enamoramos de los ensayos de un Octavio Paz, de la pasión surrealista de un Baudalaire o un Barthes. De la fascinación por el tema de la muerte de un Rilke. Leer los versos largos de un Walt Whitman, o Ezra Pound Y más recientes pero no menos importantes de un Vallejo, un Cortázar o un negro espiritual de Nicolás Guillén… El cuento de Carlos Fuentes o un Juan Bosch; y la poética maravillosa de una Alexandra Pizarnik o la cibaeña radicada en España, Rosa Silverio. Y que decir de la obra de la dominicana también en el exterior, Julia Álvarez, llevada al cine... Nos siguen deslumbrando. Nos siguen dando placer de ese que habla René que hablaba Barthes: leer un libro de ensayos, como este, Tientos y trotes. Antes permítanme agregar algo de mi historia personal, como lectora. No debo jurar que prefiero la prosa, la narrativa, a pesar de que suelen generosamente endosarles a mis escritos el encantador sobrenombre de “poética”.

Debo decir que en las letras dominicanas, Los algarrobos también sueñan, novela corta de Virgilio Díaz Grullón, marcó un antes y un después en mis preferencias locales. Ya antes un poema como “Ruinas” de Salomé Ureña nos cautivaba. Luego me enamoré de un Hernández Franco y su apasionante Yelidá. De los ensayos lúcidos de mi profesor Bruno Rosario Candelier… en fin, de las letras de un Balaguer, o la novela de un Veloz Maggiolo. Del ingente esfuerzo que hicieron nuestras primeras escritoras para ocupar un lugar en el mundo de los hombres, cuando apenas se les permitía estudiar pero no asistir a las urnas a votar. Me refiero al grupo de mujeres como Ercilla Pepin, Rosa Duarte, Evangelina Rodríguez, Camila Henríquez Ureña, y otras, etc. En la actualidad muy bien compilados en la obra Madres, Maestras y Militantes dominicanas (2001) que hiciera la académica, escritora y propulsora cultural desde New York, Daisy Cocco De Filipis, a cuya presentación asistiéramos en los salones de la prestigiosa “Rio Gallery”, que me ayudó a conocer ampliamente la labor de dichas mujeres en la historia de las letras dominicanas, en especial, del ensayo.

Aterrizando en el tema que me ocupa: mis impresiones sobre el más reciente libro de mi admirado referente contemporáneo, el escritor, cibaeño, -como quien suscribe-, de las frescas montañas de Constanza, René Rodríguez Soriano. En la actualidad me hincho de emoción cuando caen en mis manos bajo el poder de mis ojos vehementes obras de la estatura de TIENTOS Y TROTES, que son mucho más que un engranaje de lecturas al aire de otros escritores, clásicos como actuales, conocidos como ignorados, realizadas en clave de ensayos, unas veces, poesía narrativa, otras veces y/o artículos concisos; pero no menos interesantes. En ese construir- deconstruir un texto el autor se confiesa, y cito:

-“Leo con placer, y en el placer que da leer un texto que fue escrito con placer”, citando del placer que hablara Barthes, en el párrafo anterior.

Y esto nos deja claro que lo importante es saborear el rico placer que nos deja una obra propia o ajena. Y de eso, René dejó claro en esta obra que sabe mucho. Como dijera el prologuista de este nuevo libro, el eminente novelista dominicano, Don Salvador Gautier, al finalizarlo:

-“Tientos y trotes se sostiene, con esa pericia del que tiene mucho que decir y lo sabe expresar en polvo de oro que se desparrama sobre nosotros y nos convierte en intuiciones de nosotros mismos.”pp.19

Y así recorre el mundo de las letras, de esos universos paralelos que cada escritor construyó y que lo hace deslumbrarse y caer rendido ante ellos, demostrando, primero su sencillez y por tanto su grandeza de alma, su carencia de ego al momento de dimensionar la obra del otro.
Esto lo confirmamos, pues lo sabíamos antes, -alguna gabela nos da el leer toda su obra-, cuando afirma:

-“Uno puede vivir en la montaña, y conformarse con la melodía del viento o de los pájaros filtrándose por entre las cortinas del follaje; pero no puede dejar de sentir las ráfagas de luz que desatan unos versos bien escritos sobre la piel de un libro al cual uno entra para leer.”
PP. 24

Nunca mejor dicho. Y justamente es Tientos y trotes, como el mismo René dice: “es ese deslumbramiento por la obra del otro.” Y es así que penetra en la obra, por ejemplo, “Piano Lila” de la escritora dominicana Aurora Arias y sus palabras nos invitan a correr a buscarlo, si es que no lo hemos leído. Nos cita a S. Eliot cuando habla que a la poesía hay que tumbarla sin reparos de su “cielo de desabrido lirismo”, hasta hacerla besar tierra, dice Soriano, y enlodarse verso o prosa, ella misma. Y entendemos su posición en cuanto a los límites de las fronteras entre los géneros literarios. Ama la poesía, el ensayo, la narrativa, y salta entre ellos como buen trapecista. Dice:

-“Las fronteras son de tiza. De ahí que normalmente las borre o, apoyado en mi daltonismo, sencillamente las ignore.”pp. 16

En Tientos y trotes nos habla del laureado ganador del Premio Planeta 1995, Fernando Delgado y su maravillosa administración del suspense en la novela, La mirada del otro. Y entre La guerra y la paz, de Tolstoi, por un lado; el libro histórico de Michael Prowdin, Juana la loca, por el otro; vertiendo en un por ciento alentador que nos deja saber de su nacionalismo, las obras importante de grandes dominicanos como un Salvador Gautier, un Plinio Chahin, Fernando Despradel, José Mármol, Sally Rodríguez, Pedro Antonio Valdez, Ramón Tejada Holguín entre unos y otros vemos como ve la obra de Margarite Duras, de Saramago y otros extranjeros… nos convoca a disfrutar de excelentes citas, aforismos, entre uno y otro.

Me encanta que de la obra de José Mármol, nos brinda la siguiente cita. – “Escribir no es más que poner la nostalgia y la palabra a merced del delirio.” De su libro, Premisas para Morir. Y nos invita a leer “El corazón de Voltaire” del maravilloso Luís López Nieves.

Y, lo más importante, nos deslumbra con su prosa lírica despejada de confusiones sintácticas pero sí con un cierto tono, unas veces, lúdico. Ej. Cuando a la pregunta que si es poeta, dice:

-“Lios me dibre”… pp. 16

Algo que me apasiona de este escritor además de sus creaciones lúdicas o juego de palabras es su exaltación de los valores morales, éticos y de calado social. Lo deja claro cuando invita a leer la obra de Prowdin con la siguiente declaración:

-“Juana la loca de Michael Prowdin es uno de esos libros que, de vez en cuando, es bueno que caigan en manos de uno para leerlo, leerlo, releerlo, en voz alta ante toda la familia y todas las familias, para que no se olvide.”

Nos queda claro que René goza del placer de leer. De su amor por el fuego, los puentes y pasadizos, cuando dice: “Amo el fuego, los puentes y los pasadizos, -de Heráclito, Paz o Efraín Huerta; los juegos de Cortázar…” pp. 112

Me hace tan feliz que de una amiga mutua, escriba un ensayo sobre la lectura de su libro “Me basta con mirar”, de la gallega Luci Garcés, con quien hemos compartido tantas letras y notas, y libros…etc. Y nos dice, sobre Luci:

-“La autora baila, anda, o nada sobre las baldosas de fuego sin quemarse…”pp.100.

Y yo digo, Luci es impresionante tanto como poeta como prosista, novelista, columnista. Y es de la talla de nuestro autor René Rodríguez Soriano.

René, es pasión, es materia sólida del creador nato. Juega con las palabras y éstas se mueren de risa con él. Es, al mismo tiempo, generoso con los iguales, no se le suben los humos a la cabeza. Todo esto se confirma en Tientos y trotes.

Y es que no hay de otra manera: para escribir como escribe René, con esa pasión desnuda, con ese placer rugido, hay que tener un universo aparentemente olvidado en la memoria, como decía el gran escritor dominicano Manuel García Cartagena, al presentar esta obra, en el salón de cultura del Teatro Nacional… hay que atesorar la memoria que en realidad no olvida, se expone en cualquier momento. Esa es la memoria a la que René recurre y que nos deja gratamente convencidos de lo que leyó, de lo que leerá y de lo que nosotros deberíamos leer. Siempre y cuando se haga como dice Barthes, con placer.

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