Las pasiones prohibidas.


Por Eli Quezada

"El arte de escribir historias está en saber sacar de lo poco que se ha comprendido de la vida todo lo demás…" Ítalo Calvino.

Ya les había prometido varios ensayos sobre el tema de las pasiones. Les escribí sobre la “ardiente pasión por la palabra”*, del destacado escritor dominicano Federico Bermúdez; también, sobre la pasión culinaria de quien escribe, comparada con el amor profundo, más que pasión, que sentimos por la retórica y la filosofía, tomando como base los diálogos socráticos donde establecen un paralelismo entre estas artes, si se quiere.

Este tercer trabajo pretende sintetizar el tema de “La pasión” esta vez desde lo que encierra el sentimiento, la emoción que mueve a las personas a lograr objetivos, metas, deseos; en fin, el motor que mueve el mundo y a cada persona, desde dentro, pero en lo que concierne al tema amor-pasión, y por lo menos tratar, como dice Calvino, de sacar algo de lo poco que se ha comprendido la vida.

La pasión de la que se trata este texto es aquella que nos roba la libertad, el aire, la que da rienda suelta a lo irracional, la que manipula, consume, asfixia, y trae consiga divisiones y muerte,,, esa pasión arrasadora que ciega, obnubila y enajena, en una palabra, enloquece.

Y es que, como dice perfectamente el escritor José Antonio Marina, en su famoso libro “El laberinto sentimental”: “Los sentimientos tienen un carácter contradictorio.” Y por otro lado dice, “los sentimientos, los afectos, deseos, por tanto, las pasiones, son irracionales”. Y cita a su vez a Hegel cuando dice que, “Nada grande se ha hecho sin pasión”… A pesar de estas cualidades o “defectos” “A la gente le gusta sentir, sea lo que sea…” como dice Virginia Woolf en su diario.

Entonces, por un lado, Hegel y el mundo entero nos instan a sentir pasión por lo que amamos y hacemos; pero por el otro nos dan un llamado de atención con respecto a las características propias de ese –dejarse llevar por la pasión sin riendas-…

Tengo la costumbre de escribir cuando algo me conmueve, ya sea una historia en un libro, una película en cine o tv, o novela… Les contaré esta historia de forma abreviada…A grandes rasgos se trata de una chica de veinte y tanto, de familia rica en bancarrota, con una madre manipuladora que lleva al suicidio al padre-esposo… La joven se enamora de un millonario, al que ve como su padre; pero ella no se da cuenta aún hasta que se enamora del sobrino del viejo, y comienza una relación tortuosa donde el deseo y la pasión dominan el escenario. Ambos caen en cuenta de la deslealtad que han cometido con el esposo y tío, y la culpabilidad y el sentimiento de traición hace que el sobrino desista de ese amor, y emprenda la retirada, la indiferencia, a pesar de que, sufre tanto como ella… (Es un sufrimiento frio, sosegado, racional). 

Ella, en cambio, comienza a convertirse en la bruja que toda mujer lleva dentro: neurótica, posesiva, celosa y pierde poco a poco la perspectiva y la razón. La manipulación de la madre que quiere a toda costa mantener el status de rica, sin importar el infierno sentimental que bulle en el interior de la protagonista, dan forma a la trama... 

Suceden otras historias al margen, que llevan, finalmente, a la protagonista al colapso y a quitarse la vida… en aras de un amor prohibido. Es un drama trágico y como tal, inolvidable… una novela muy bien hecha. Aqui no se trata de culpables, sino de manejo de sentimientos... y de manipulación de poderes (madre-hija, dinero)...

¿Parecen malos los sentimientos que nublan la razón y nos roban la libertad? Aunque desde nuestra frialdad podemos decir que faltó control mental, decisiones hechas desde la razón y no desde la emoción… nos seguimos preguntando ¿qué se desconecta en el ser humano para que llegue a sentir ira y las acciones terminen en muerte o en presidios, pleitos, disgustos, separaciones?


Sin ser una experta pienso que todos los extremos son malos, que la verdad reside en el equilibrio. Cuando no ponemos en una balanza los pro y los contra de una situación, sea sentimental o laboral, ¡cualquiera que fuere!, y no discernimos razonablemente, no podremos llegar a conclusiones sanas.

Las emociones y los afectos no deben tomar el control de nuestra vida… con todo y lo apasionada que puedo ser, suelo esclavizar, en cierto modo mis pasiones y ponerlas a la orden de la razón, bajarle el termómetro a esa afiebrada loca que habita en todos nosotros tratando de que rompamos los platos y nos estrellemos contra el mundo. Y no es que nos debemos convertir en insensibles, eso nunca. Es sano alocarse de cuando en vez y sacar nuestra imaginación a pasear, sin permitir, eso sí, que nos meta en problemas.

Ya lo dice Aristóteles, y lo confirma Santo Tomás: “la incapacidad de interesarse por lo sensible, más que un defecto, es un vicio.” (Laberinto-sentimental, pp.230)

¿Ahora bien, puede la pasión exacerbada hacernos caer enfermos de amor? Sí.

Tantos ejemplos en autores, artistas visuales, genios, etc.… llevar a los extremos las pasiones puede dar origen a la genialidad, es cierto, pero también a la locura. (Rilke, Virginia Woolf, Kierkergaard, Einstein, Tolstoi, Van gogh) y muchos más.

Como lo que nos ocupa es el amor-pasión, hay que decir que, enamorarse es caer locos de amor, en una palabra es: ENLOQUECER.

En el sentido abstracto es vivir en las nubes, ver todo bello o en el peor de los casos “no ver”, estar ciego por un supuesto “amor”. Es un estado poético... Con Elfos y las hadas, flotando en el éter. Y mariposas revoloteando en el estómago. Hasta que de pronto, como un hechizo, algo llega y rompe ese estado y todo vuelve a ser como era antes.

La pasión como fuerza de vida, sazón de hierbabuena, como pimienta y sal de nuestro ser interno es muy importante… que no es lo mismo que la locura irracional de ver sólo hacia el frente o de hacer nuestra voluntad por encima de todos. O querer manipular y controlar la vida de los otros, y entre esos otros, a ese ser a quien dices amar. Esa desmesura, ese intento de apropiarte del otro, es lo que lleva, finalmente, a desbordar la mente, y caer en el limbo que supone vivir enajenados, o, en el peor de los casos, a cometer actos que te encarcele doblemente, porque caer presos en ese estado es vivir bajo los barrotes de locura y la detracción de la sociedad.


Me duele el dolor del otro. Me duele el error de los otros. Como me reconozco imperfecta e impía, no puedo juzgar al que dispara, al que cae, que se equivoca, mientras miles, cientos, todos: tiran piedra al árbol caído para volverlo cenizas. Quisiera hacer entender que las pasiones, la enajenación y la locura puede ser producto de un instante, una milésima de segundo en la que la razón se fue de baile y nos dejó en un cuarto oscuro. Cuando despertamos ya era tarde, sólo nos quedó la culpa, el error y la indiferencia humana. Muchos nos levantamos de las cenizas y volamos alto; pero otros, se pierden en el camino.

Y para completar la frase de Calvino que da preámbulo a este ensayo, “… pero acabada la página se reanuda la vida y uno se da cuenta de que, lo que sabía es muy poco.”

O peor aún si nos llevamos de Sócrates, que dijo, al igual que yo, “Yo sólo sé que no sé nada.”

(Texto del 30 de noviembre, 2013. Retocado).https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10201113082655118&set=a.10200470275185333.1073741825.1410656777&type=1&theater

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